Una cara de “pendejo satisfecho”
consiste en gran medida por una sonrisa de oreja a oreja acompañada de una
mirada perdida en el horizonte y varios movimiento de cabeza como afirmando
algo que nadie está preguntando. Pues en la vida, confieso, me he sorprendido muchas veces poniendo cara
de “pendejo satisfecho”.
Muchas de ellas han sido inducidas
por mi hija Mariana, por ejemplo, sus primeras palabras fueron “papá”, inmediatamente puse mi cara de “pendejo
satisfecho”, posteriormente, motivo de esta historia, fue cuando a sus dos años,
influida por una sobredosis de historias de princesas de Walt Disney, me
rebautizó como “Príncipe papá”.
En las mañanas que llevaba a Mariana
a maternal, nuestras palabras de despedida eran – Nos vemos al rato “Princesa”
– y ella contestaba – Aquí te espero “Príncipe papá”- y así con esa plenitud me
retiraba a trabajar. A medio día que regresaba por ella, corría a abrazarme y
me decía – que bueno que ya estás aquí “Príncipe papá” - y yo como de
costumbre, ponía mi cara de “pendejo satisfecho”.
Casi al finalizar el curso de maternal,
al llegar por ella, corrió como de costumbre a abrazarme, pero ésta vez me
recibió con un – “hola papá” – pensé que se le había pasado por única vez no decirme
“Príncipe papá”, así que no le puse importancia y tomando su manita le señalé–
vámonos a casa “Princesa” - enfatizando la palabra “Princesa”, lo cual al
parecer le recordó nuestro autodenominado principado y antes de comenzar a
caminar, me tiró varias veces del brazo como tratando de que le pusiera atención,
así que incorporándome a su altura para escucharla, me comentó con singular
sencillez:
- Papá, tu, ya no eres el “Príncipe”-
y buscando entre sus compañeros, levantó la mano señalándome a un mocoso sin
gracia que iba acompañada de lo que al parecer era su mamá y sin consideración me
vuelve a comentar con su vocecita tierna:
- “El Príncipe” ahora es aquel
niño que se llama Gastón – en ese momento y nada más para que me terminara de
cargar la chingada, crucé la mirada con la señora que llevaba de la mano a el “Príncipe
Gastón” que me gritaba de lado a lado de la escuela con singular alegría y voz
que rechinaba como chanate de rancho - ¡buenas tardes consuegro! – y con la
sonrisa mas fingida del mundo y por instinto, levante la mano para contestarle ¡buenas
tardes! quedándome en esa posición, con cara de “pendejo a solas” moviendo la
mano de lado a lado y con la sonrisa perdida por unos instantes, tratando de
digerir todo lo que había pasado, haciéndome
preguntas como: ¿Quién es “ese plebe cagado” que ahora es el “Príncipe Gastón”?
¿Cuándo deje de ser el “Príncipe papá”? ¿Quién me cambió a mi hija? ¿Qué ideas
tan liberales le están enseñando en ésta escuela? ¿Por qué se llama Gastón,
acaso en un cazafortunas?
La razón me decía que mi principado
había llegado al final, un principado
que duró menos de dos años, hoy Mariana ya tiene 13 años y jamás me dijo
nuevamente “Príncipe papá”, no cabe duda que la vida te enseña a poner caras diferentes
durante el transcurso de los años, estaré pendiente de las caras que me faltan
por poner, y más ahora que lleguen la bola de plebes cabrones que vengan a noviar
con mi “Princesa”.