domingo, 16 de noviembre de 2014

Azul Helena con hache Vs Goliat.

Escurridizo entró por la puerta principal de la casa, a menos de un metro de donde estábamos reunidos  y Jorge señaló haberlo visto, era del tamaño de un dedo de queso, suficiente para que las mujeres entonaran con asco lo que estaba pasando y yo, heroicamente dar un salto para entrar a buscarlo con el fin de eliminarlo y callar los gritos que al momento ya los había clasificado como demasiados, sin embargo no hubo señales de su existencia, hasta que del fondo de la casa se escuchan los gritos de las adolescentes amigas de Mariana:

-¡Una rata, una rata! ¡Papá una rata!- gritaban

Corrí en tono de cumplir mi heroica batalla y abrí la puerta del baño donde las adolescentes brincaban como locas y se abrazan de susto y asco, Mariana nuevamente señaló:

-¡Está debajo de ese mueble!

Moví sigilosamente el mueble y alcancé a ver la cola del ratón y en un movimiento no apto para mis casi cuarenta años, metí el pie rápidamente aplastando la cola del ratoncito y atrapándolo, incapaz de moverse chillaba desesperado, queriendo escapar de los 80 kilos que soportaban los nikes que traía puestos, y lloraba como último lamento, chillaba y se retorcía, el sonido agudo que expulsaba de su pequeño hocico retumbaba en mis oídos, casi hace que desista de mi labor heroica de padre de familia.

Azul Helena con hache, había visto toda la escena desde el palco principal, escurridiza como el ratón siempre estuvo justo detrás de mí, y en el momento más agudo del chillido del pequeño roedor, se escuchó su vocecita aderezada por un bollito de plátano, intercediendo por tan asustado animalito:

-         ¡No lo mates tío, no lo mates! - suplicó.

Pero ya había decidido hacerlo, así que con una trampa de pegamento tome y envolví al ratón, mientras se intensificaban los llantos de ambos, Azul y el ratoncito, me suplicaban misericordia, pero preferí ser un hijo de la chingada y aventar al río al ratón envuelto en la trampa de pagamento sabiendo que esa sería la manera menos cruel de matar al pobre animalito.

Sobre el hombro de su mamá, Azul gimoteaba y enjugaba sus lágrimas y con esa mirada que taladra el alma, me dejó bien claro que no se la estaba pasando bien, que se sentía sola en su revolución, que si hubiera tenido cinco piedras como David, hubiera tomado una y vencido a su tío Goliat, y que ojala pronto lamentara la que acababa de hacer.


Por eso al amanecer del siguiente día, sentenciado por tan profunda mirada, Goliat escribe este lamento con los ojos llenos de lágrimas y el corazón apachurrado, dudando de mi lado en la revolución de la vida, y propongo que nombremos a Azul presidente del universo por un día, solo el tiempo necesario para no contaminar su corazón de bombón, pero si el tiempo necesario para subir el promedio de los corazones nobles que podrían dirigir esta humanidad, e interceder por los que ahora chillan y que saben que pronto, por el pie de los mas fuertes, si nadie dice nada, podría cargárselos la chingada.