Escurridizo entró por la puerta
principal de la casa, a menos de un metro de donde estábamos reunidos y Jorge señaló haberlo visto, era del
tamaño de un dedo de queso, suficiente para que las mujeres entonaran con asco
lo que estaba pasando y yo, heroicamente dar un salto para entrar a buscarlo con
el fin de eliminarlo y callar los gritos que al momento ya los había
clasificado como demasiados, sin embargo no hubo señales de su existencia, hasta
que del fondo de la casa se escuchan los gritos de las adolescentes amigas de
Mariana:
-¡Una rata, una rata! ¡Papá una
rata!- gritaban
Corrí en tono de cumplir mi heroica
batalla y abrí la puerta del baño donde las adolescentes brincaban como locas y
se abrazan de susto y asco, Mariana nuevamente señaló:
-¡Está debajo de ese mueble!
Moví sigilosamente el mueble y
alcancé a ver la cola del ratón y en un movimiento no apto para mis casi cuarenta
años, metí el pie rápidamente aplastando la cola del ratoncito y atrapándolo, incapaz
de moverse chillaba desesperado, queriendo escapar de los 80 kilos que soportaban
los nikes que traía puestos, y lloraba como último lamento, chillaba y se
retorcía, el sonido agudo que expulsaba de su pequeño hocico retumbaba en mis
oídos, casi hace que desista de mi labor heroica de padre de familia.
Azul Helena con hache, había visto
toda la escena desde el palco principal, escurridiza como el ratón siempre estuvo
justo detrás de mí, y en el momento más agudo del chillido del pequeño roedor,
se escuchó su vocecita aderezada por un bollito de plátano, intercediendo por tan
asustado animalito:
- ¡No lo mates tío, no lo mates! - suplicó.
Pero ya había decidido hacerlo, así
que con una trampa de pegamento tome y envolví al ratón, mientras se
intensificaban los llantos de ambos, Azul y el ratoncito, me suplicaban misericordia,
pero preferí ser un hijo de la chingada y aventar al río al ratón envuelto en
la trampa de pagamento sabiendo que esa sería la manera menos cruel de matar al
pobre animalito.
Sobre el hombro de su mamá, Azul gimoteaba
y enjugaba sus lágrimas y con esa mirada que taladra el alma, me dejó bien
claro que no se la estaba pasando bien, que se sentía sola en su revolución,
que si hubiera tenido cinco piedras como David, hubiera tomado una y vencido a
su tío Goliat, y que ojala pronto lamentara la que acababa de hacer.
Por eso al amanecer del siguiente
día, sentenciado por tan profunda mirada, Goliat escribe este lamento con los
ojos llenos de lágrimas y el corazón apachurrado, dudando de mi lado en la revolución
de la vida, y propongo que nombremos a Azul presidente del universo por un día,
solo el tiempo necesario para no contaminar su corazón de bombón, pero si el tiempo
necesario para subir el promedio de los corazones nobles que podrían dirigir
esta humanidad, e interceder por los que ahora chillan y que saben que pronto, por
el pie de los mas fuertes, si nadie dice nada, podría cargárselos la chingada.