jueves, 29 de diciembre de 2016

Un mapache para toda la vida.

El Chube tenía entre 2 ó 3 años cuando lo mordió un mapache. Le clavó los colmillos en la pantorrilla y al escuchar el llanto de mi hijo inmediatamente lo tome entre mis brazos y aunque lo levante lo más alto posible, el mapache seguía sosteniéndose con los dientes como badajo de campaña desgarrando el músculo trasero que está justo debajo de la corva. 

La escandalosa sangre escurría de la pantorrilla llenando el hocico y cuerpo del animal hasta formar un charco en el suelo. Pateé varias veces al mapache mientras sostenía al Chube. Por fin un puntapié directo en las costillas logró desprenderlo, al caer se escapó chillando y se escondió debajo de un huanacaxtle.

La culpa la tuve yo, lo reconozco. El mapache estaba en celo y aun sabiendo del estrés del animal insistí como padre, que Chube tuviera una experiencia tipo "National Geografic" en el patio trasero de la Chuparrosa Enamorada.

Mi esposa Cachita, que se encontraba en el área de las mesas, vio como me acercaba corriendo con mi hijo dejando un rastro colorado desde el patio hasta el baño donde le lavamos su piernita. Aunque debería de haberse puesto como loca, su reacción fue totalmente lo contrario. Con toda calma lavó su piernita con agua y jabón, posteriormente nos dirigimos con mi compadre Yuyis "el pediatra" y de ahí con un infectólogo. En menos de un par de horas mi hijo había sido atendido por el mejor cuerpo médico de Culiacán.

Nunca olvidare esa tarde, no solo por la obvia razón de ser un evento extraordinario, sino por esa calma con la que mi esposa calladita y sumisa, solventó la situación. Algo me decía que eso no era normal, había pasado todo el día y no me había dicho nada, ni un reclamo, ni un corrosivo "te lo dije", ni un castrante “cómo se te ocurrió”.

Esa tranquilidad con la que se comportaba me estaba matando, para el tercer día dejé de dormir, Cachita solo sonreía. Para al quinto día empezaba a revisar los alimentos antes de comérmelos. Pasado una semana, parecía que el que había sido atacado por una jauría de mapaches había sido yo, así que no aguanté y le pregunté: ¿qué acaso no me vas a decir nada? 

Cachita, con una sonrisa malvada de esas que distinguen a las hembras que disfrutan la venganza por fin me dijo -sí, lo del mapache te lo voy a estar recordando toda la vida- continuó aclarando -solo quería que tú me lo pidieras y después no andes diciendo que soy una exagerada, toda la vida te lo recordaré-. Ese último "toda la vida" lo pronunció lentamente sílaba a sílaba.

Y como lo prometido es deuda, después de ese día, en cada ocasión que Cachita revisaba la herida, empezaba la lluvia de reclamos que con justa razón lo hacía. Años posteriores cada vez que recordaba el evento, mencionaba y descargaba una retahíla contra éste noble cuentacuentos.

En el 2010 cuando Chube me preguntó si "iba" se escribía con hache, hache rima con mapache, Cachita reclamó todo el 2010

En el 2011 por alguna razón platicábamos de las bicicletas que usábamos en la infancia, bicicletas de marca "Apache"; apache rima con mapache, Cachita reclamó todo el 2011.

En el 2012 platicábamos de los efectos del toloache, flor que se encuentra en la orilla de las vías del tren que adornan y despiertan a Bacurimi, toloache rima con mapache, Cachita reclamó todo el 2012

En el 2013 lo mismo. En el 2014 lo mismo.

Pero en el 2015 nos cambiamos a vivir a la Ciudad de México y durante nuestra estancia en la gran ciudad, Cachita no volvió a mencionar al mapache. 

Llegó el 2016 y tampoco me había dicho nada. Pensé que ya la había librado, pero no. El reclamo tomo nuevamente su fuerza el 20 de diciembre que aterrizamos en Culiacán gracias a la siguiente constante…


En todas las mesas que nos hemos sentado y con todas las personas que hemos platicado desde que llegamos a Sinaloa, se repite el siguiente comentario "MALOVA, ha sido el gobernador más corrupto y desgraciado de toda la historia de éste Estado, es una rata, es un pinche mapache". Y Cachita, que para luego es tarde, pareciera le dieran cuerda, solo se la lleva reclame, reclame y reclame. Lo peor del caso es que dudo, si como familia algún día podamos olvidar el daño que nos ha hecho ese asqueroso y puto animal… y también lo del mapache.