lunes, 23 de mayo de 2016

Dame tu mano virgencita.

Eran 20 para las 7 de la mañana, cuando mi hermano Jorge me despertó para que le diera “raite” a la escuela. Ese día yo entraba hasta las 10 y en una ciudad como Culiacán, un par de horas es más que suficiente para ir y venir, desayunar,  arreglarse y llegar a tiempo nuevamente a la escuela.

Me lavé los dientes, me puse un short y descalzo tome las llaves del Spirit RT que acababa de comprar mi mamá, que aún olía a nuevo y que al prenderlo, comenzó a tocar la canción de "Talk dirty to me" del primer álbum de Poison.

Lo deje en la “Tec” y de regreso, en la esquina de Xicoténcatl y Malecón, me tocó el rojo. Paré y mientras esperaba el verde, me llego la brillante idea de calar el carro, a la fecha no había tenido la oportunidad de acelerarle “como Dios manda”, apenas teníamos unas semanas con esa máquina y pensé -de seguro ha de volar como ninguna otra-. Así que en cuanto se puso el verde le metí la pata, literal venía descalzo y sentí el poder de las revoluciones en mis manos.

Como a doscientos metros antes de llegar a la siguiente esquina, donde actualmente se encuentra el Café Marimba, del camellón salieron dos viejitos, uno de ellos cruzó rápidamente la calle y otro se quedó mirándome a la mitad del carril de la izquierda justo por donde yo circulaba. Me cambié de carril sin desacelerar, aún faltaban como 100 metros antes de llegar a donde se encontraba el señor y justo cuando pensé que ya la había librado, el viejito tomándose el sombrero con la mano derecha se echó a correr tratando de ganar la carrera a la banqueta.

Gire el volante tratando de sacarle la vuelta, sin embargo el carro se me derrapó y aunque frene lo más que se pudo, golpeé al viejito justo con la puerta del chofer, aventándolo unos dos metros para atrás.

Salí del carro pidiendo ayuda, logre subir de inmediato al anciano en los asientos de atrás, y si antes le había metido la pata al carro, ahora no había más remedio que emprender la carrera a toda velocidad a la Cruz Roja.

Durante el trayecto el señor recobró la conciencia. Yo además de cagado ya  venía llorando, pensando que había matado al viejito. Así que cuando despertó, no se me ocurrió otra cosa que llamar su atención diciéndole:
-Señor, señor ¿está bien?-
El viejito se quejaba y balbuceaba cosas que no entendía, -señor, señor ¿está bien?- insistí.
El señor solo sacaba sonidos raros, vomitaba y escupía sangre cuando de repente con un esfuerzo sobrehumano comenzó a decir:
-¡Ay!, ¡Ay! Virgencita de Guadalupe- quejándose,-Virgencita de Guadalupe, te veo, te estoy viendo, te veo virgencita-  continuó -Dame tu mano, dame tu mano virgencita.

El señor que apenas se movía empezó a estirar la mano hacia el techo del carro, como queriendo tomar la mano de alguien que lo ayudaría a levantarse. Empecé a gritarle-  No señor, no señor, no tome ninguna mano, tenga la mía-  y tomándolo de la mano le gritaba -¡agarre mi mano! ¡sosténgase de mi mano!- el señor continuaba diciendo -¡virgencita!, ¡oh virgencita!, veo tu luz, veo tu camino, voy hacia ti- En ese momento me quise morir, prendiendo y apagando la luz interior del carro, llorando le gritaba –¡señor! ¡señor!, ¡vea esta luz!, no vea otra, ¡vea esta luz!- pero el señor en su trance seguía diciendo -¡virgencita voy contigo!, ¡te veo virgencita!, ¡voy en tu camino!- Llorando desesperado, ya casi llegando a la cruz roja le gritaba -quédese señor, quédese, no vaya a ningún lado, tome mi mano,  ¡no vaya hacia la luz!

No recuerdo cuanto tiempo tarde en llegar a la Cruz Roja, pero se me hizo una eternidad. Estacionándome por la puerta de enfrente por el Blvd. Leyva Solano, me baje en chinga gritando -¡ayuda, ayuda! Alguien atropello a este señor- un  policía de inmediato me tomo del brazo interrogándome fuertemente-¿Seguro que no fuiste tú?- lo que no me quedo otro remedio que confesar -¡si fui yo, fui yo!- Lloraba con la cola entre las patas. Inmediatamente me esposaron y me mandaron a los separos donde pude llamarles a mis padres y contarles la situación.

En los separos, descalzo, pisando orines, detrás de las rejas, solo, sin saber si había matado al viejito, con las manos llenas de sangre, llorando, sin haber desayunado, pedí una señal, una luz y me quede en la banca de la celda en posición fetal sollozando. 

Para antes de que anocheciera, mis padres lograron sacarme de los separos, nunca me regañaron, nunca me dijeron nada, jamás volvimos a tocar el tema, creo que se dieron cuenta que la experiencia que había pasado, era más que suficiente para entender las consecuencias de andar en chinga por la ciudad con carro nuevo. Aunque nunca supe con certeza que pasó con el viejito, yo siento en lo más profundo de mí ser, que el señor está bien y que logró salir adelante. 

Bueno, en realidad no siento ni madres, "las voces" que desde ese día aparecieron, son las que me dicen, que todo está bien.


(Talk Dirty To Me 
http://youtu.be/xCChxBSRo1Y)

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