martes, 31 de mayo de 2016

Un gigante en el campo: Roberto Tarriba

Esa mañana llegamos como a las 11 a checar los primeros cortes de tomate, era mitad de diciembre y desde el campo agrícola de Ceuta se veían dos hermosos océanos; las hortalizas y el Pacífico.

Recuerdo al Sr. Roberto Tarriba bajarse de la "Durango" y caminar entre los surcos saludando a los jornaleros con mucha frescura, haciéndole preguntas al jefe de campo sobre su familia  -¿y su hijo Don Chon, pa cuando tiene la cría?- Don Chon con mucha confianza respondió -ya mero, se había tardado este cabroncito, ya tiene 21 y ni un nieto me ha dado, no sé qué estaba esperando-.

En cierta ocasión saludando a una pizcadora, que en sus coloridas faldas de confección indígena venía aferrado tímidamente un niño de máximo 8 años, descalzo y con el moco seco pegado bajo las fosas nasales. El morrillo volteando a ver al inmenso señor Tarriba, que si mal no recuerdo su altura rondaba entre el 1.90 y que para el pequeño que tenía enfrente debió parecerle un gigante, que apenas animándose le preguntó -¿oiga, asted es el señor Tarribas?-
Roberto amablemente acariciando el cabello del niño le respondió -así es hijo-
Espontáneamente solo se escuchó una aguda vocecilla,  expresando un gracioso y cantado –inga sa tuuu ronchiiii- 

Como actuario,  muchas de sus locuras tenían que ver con los números. El día que propuso instalar un sistema japonés de Control de Calidad, utilizado por las grandes empresas internacionales como Nissan, General Electric, Sony y otras, pensamos que se le había botando el chango, pero cuando dijo que dicho sistema lo iba a mejorar, mientras nos mostraba sus apuntes de la universidad, entonces confirmamos realmente que el señor Roberto se había caído de chiquito y golpeado la cabeza.

En el 2000 echamos manos a la obra con este proyecto y durante las próximas temporadas estuvimos trabajando en instalarlo y adaptarlo a la agricultura, para el cuarto año los ahorros demostrados a través del sistema ya sobrepasaban las cifras del millón de dólares y había involucrado a más de 200 personas dentro de la organización. 

Estábamos listos para demostrar que dicho sistema era el mejor del mundo, así que decidimos probarlo  a través del Concurso de Metodologías Estratégica promovidas por los organismos más importantes de Calidad de México y Japón, JETRO (Japan External Trade Organization)  y  asociaciones fundadas por el mismísimo Kauro Ishikawa. 

Para octubre del 2004, la propuesta enviada había obtenido dos galardones nacionales: la empresa mexicana con “mejor estrategia de calidad” y la de “mayor impacto social”. Recibimos el galardón  ese mismo mes y lo único que lamentábamos era que Roberto recién había fallecido unos meses atrás y su locura había puesto nuevamente a la Agricultura Sinaloense en las grandes ligas internacionales, sin temor ni duda había salido a enfrentarse con empresas como Ford, Susuki, Motorola, Coca Cola, Axa Yazaki, y muchas más, dejándolas asombradas de lo que un hombre actuario, loco agrícola con un modelo que se le había ocurrido en la universidad los hubiera dejado atrás, cuya mayor gracia era su  aplicación a la agricultura.


Por eso hoy, después de 12 años de su muerte, cuando de repente platicamos de Roberto, me siento como el plebillo faldero, aquel que traía el moco seco pegado debajo de las fosas nasales, al darme cuenta de que enfrente tuvimos un gigante visionario agrícola, al más grande empresario agrícola de Calidad en México, con todo respeto me quito el sombrero y hasta el cielo le mando  un sincero: –inga sa tuuu ronchiii-.

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