lunes, 2 de mayo de 2016

Galletas Marías para la desta.

Qué más podíamos hacer una bola de plebes de primero de prepa en los 90 sin Facebook:
1. Fumar a escondidas,  y experimentar las terribles crudas de cigarro.
2. Presumir historias de encuentros cachondos imaginarios.
3. Andar con el pico parado el 90% del tiempo.
4. Salir corriendo de las fiestas por que llegaron los "Tiburones" 
5. Restregarle un fatallity en la jeta al pelón que ahora es tu compadre.

Eso hacíamos por lo menos “los de la Tabasco":  el Henry, el Amado, el León, El Toño, el Pez, el Tilico y Yo.

A esa edad, con muy poca vergüenza o casi nada entrábamos todos los días como a eso de las 4 de la tarde a la casa de la Sra. Alma, mamá del Tilico, por la puerta de servicio directamente a la cocina. Abríamos la alacena y sacábamos un paquete de galletas Marías para después sentarnos en la banqueta y comenzar la plática preparatoriana arriba descrita.

De vez en cuanto a la  Sra. Alma, con muy poca vergüenza o casi nada, salía a la calle pegándoles unos santos cagadones, incluyendo en su léxico una que otra mentadas de madre y uno que otro pendejo a cualquiera de sus tres hijos delante de nosotros. Tampoco le daba vergüenza, de igual forma cagarnos a nosotros delante de sus tres hijos, podría decirse que había cobija para todos, cuando así lo merecíamos.

Recuerdo esa vez que como de costumbre, con muy poca vergüenza o casi nada, llegué y entré a su casa. Abrí la alacena, saqué un paquete de galletas Marías y por andar de vivo, le comente al Aarón, hermano menor del Tilico, que ya me tenía hasta la madre las galletas María y que ya era hora que le dijera a su mamá, la Sra. Alma, que por favor comprara de otras galletas. Continuando con la broma en tono muy enojado le advertí: -¡qué sea la última vez que vengo a la alacena y encuentro solamente Marías! 

Recuerdo al día siguiente como de costumbre, con muy poca vergüenza o casi nada, entré de nuevo a la casa de la Sra. Alma.  Abrí la alacena, saqué un paquete de galletas Marías, y al cerrar la puerta sentí la presencia de la Sra. Alma. De reojo vi su postura con una mano en la cintura, el pie derecho chapaleando con pequeños y constantes golpecitos el suelo, en esa posición de "ahorita me chingo a este plebe pedorro", y acordándome del día anterior no tuve más remedio que poner mi cara de  "ya valió madres".

Tartamudeando alcance a decir 
-Bu… buenas ta… tatardes Sra. Alma -
-Buenas tardes hijo - contestó la mamá del Tilico y de forma amable y sarcásticamente continuó - fíjate hijo que me comentó Aarón, que ayer le mencionaste que ya te habías enfadado de las galletas Marías, y  me preocupa mucho que no seas feliz-  y subrayando él sarcasmos preguntó- ¿Cuáles galletas te gustaría que comprara?

Contesté después de tragar saliva - ¿estos plebes no? ¡Tan sencillos!- reí con la cola entre las patas y continúe-  no puede decirles una bromilla por qué se la creen, ¡son inocentes pues! están morritos -afirmando dije - a mí me encantan las galletas Marías, es más, son mis favoritas.

Tal vez le dio gracia mi estúpida respuesta, pero ese día salí ileso del muy merecido cagadón. Al contrario, mi sentencia se redujo a una pequeña sonrisa, que entendí también, podría significar que me había declarado libre de toda culpa, así que sin soltar el paquete de galletas, salí ese día a la banqueta a compartir las Marías y la plática.


Aún tengo la costumbre de comer todos los días galletas Marías, aunque no lo sepa mi Cachita,  a veces con cajeta, a veces con lecherita, por motivo de salud mental nunca he dejado de comerlas, quizás por qué a veces también les pongo un poquito de recuerdos, como aquella vez que con poca vergüenza o casi nada, la Sra. Alma, como las galletas Marías, se convirtió hasta la fecha, en una de mis personas favoritas.

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