domingo, 2 de diciembre de 2012

¡Amanda ciérrale!

Teníamos 9 o 10 años cuando conseguimos un patrocinio “millonario” para el equipo de beisbol infantil en el que jugábamos algunos primos y amigos. No recuerdo cuanto fue con exactitud, pero el presupuesto estaba destinado a comprar los uniformes más hermosos del mundo, negros con amarillo halcón, así como los bates, los cascos, los taquetes y los guantes.

Nos llamábamos los “Halcones de Puerto Ri
co”, que adicional a lo impecable del uniforme, replica exacta al de los Piratas de Pittsburgh, el papá del tercera base tenía una línea de transporte de pasajeros, así que nos dimos el lujo de llegar nuestro primer partido en un camión negro con amarillo halcón, así como el uniforme, los bates, los cascos, los taquetes y los guantes.

Inauguramos la liga jugando de visita contra los Zopilotes del “Salado”, al llegar al estadio rural, motivados como profesionales, estrenando hasta los calzoncillos, con una disciplina de grandes ligas, nos formamos e hicimos todos los ejercicios necesarios para calentar brazos, piernas y después de hacer el rol de juego, nos metimos al dog out y acomodamos los accesorios negros con amarillo halcón, así como el camión, el uniforme, los bates, los cascos, los taquetes y los guantes.

Antes de continuar, les comento que ningún jugador de los Zopilotes del Salado estaba estrenando algún accesorio beisbolero, es más, si mal no recuerdo, la mayoría de ellos se presentaron a jugar descalzos, con un solo bat, con tres o cuatro manillas que parecía chanclas y sin uniforme, así que despectivamente los volteamos a ver y nos mofamos de ellos, pensando en el enclenque rival que teníamos enfrente, no como nosotros que íbamos de pies a cabeza vestidos de negro con amarillo halcón, así como el camión, el uniforme, los bates, los cascos, los taquetes y los guantes.

Como visitantes empezamos a batear primero, si se le puede llamar batear a eso, porque el pitcher de ellos, un flaco sin gracia, lanzaba la pelota tan fuerte que parecía catapulta, llegué a pensar que usaba el brazo para cazar venados o liebres y que había desarrollado tanta fuerza y puntería, para poder sobrevivir y no sufrir hambre.

Cuando les tocó batear, lo cual duró como media hora, no veíamos la forma de hacerles los tres outs, ya que bateaban tan fuerte, que las pelotas se perdían en entre los matorrales de un monte con el que colindaba el final de estadio y desde la banca se reían de nosotros que regresábamos llenos de guachapores y con los taquetes negros con amarillo halcón, llenos de caca, pues el montecito donde caían las pelotas era precisamente el montecito donde mucha gente del pueblo pegaba el respectivo “cagadón”.

Para la tercera entrada los Zopilotes sumaban veinte carreras y los Halcones cero, además de la moral por los suelos y los taquetes negros con amarillo halcón aderezados con caca, siempre me he distinguido por ser de aspecto ”llenito”, que para desgracia mía, en ese entonces, estaba de moda un comercial de la JAPAC donde salía un gordito parecido a mí, que decía – “Amanda ciérrale”- así que cada vez que había oportunidad todo el estadio completo me coreaba -¡Amanda ciérrale!

De coraje me solté chillando en la cuarta o quinta entrada y me subí inmediatamente al camión, negro con amarillo halcón, maldiciendo a la porra, a los Zopilotes del Salado, y a la mentada Amanda esa que ni siquiera conocía. Y así como yo, poco a poco fue llegando mis primos y amigos con lagrimas en los ojos hasta que se completo el equipo y en silencio y moquiando regresamos a Culiacán, donde al llegar al destino, nadie se despidió de nadie y silenciosamente cada quien se metió a su casa, a su cuarto y hasta la cama, olvidándonos por completo del hermoso uniforme negro con amarillo halcón, así como el camión, los bates, los cascos, los taquetes y los guantes.

Las lecciones en las ligas rurales se presentan de colores, ésta vez el aprendizaje vestía de color negro con amarillo halcón, de lo cual rescatamos:

Primero, el valor económico del uniforme no es importante, lo importante es que no llegues con él a tu casa embarrado de caca, porque terminará en la basura, como le pasó al mío.

Segundo, no debemos de juzgar a un oponente por su aspecto, ni por su vestido, ni siquiera por su capacidad para lanzar o batear una pelota, lo que sí es realmente importante es su capacidad para unirse y burlarse en coro del equipo de visita.

Tercero, la campaña de ¡Amanda ciérrale! fue un éxito de los ochentas, aprendimos a cuidar el agua, pero lo que parece que no aprendimos fue a cerrar la boca a las malos hábitos de consumo, México es el país con mayor obesidad infantil en el mundo, y es lamentable que 6 de cada 10 hogares tiene un “ciérrale” en su casa.

Ya por último, de manera muy respetuosamente y en honor de ese plebe cochito que una vez hicieron llorar, les digo a todos los Zopilotes del Salado-¡Amanda será, su chingada madre!-.

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